Ya lo habíamos hablado Fran y yo. Decidimos plantearnos para Buceo Aqualia empezar a hacer inmersiones fuera de España. En un primer momento surgió la idea de irnos a Belice porque escuché por la radio su recomendación como paraíso del buceo aun poco conocido. Pero por giros del destino un día Claudio y Daniela nuestros amigos de la empresa Ten Dive en Tenerife propusieron una alternativa interesante: ir a bucear a Maldivas. Dicho y hecho, manos a la obra y a ahorrar durante el año 2019 para poder irnos en diciembre. Por la parte de Buceo Aqualia nos enrolamos cinco a este viaje: Fran y Basilisa (Basi) desde La Herradura, e Iván, Antonio José y yo Julio por Sevilla.
Nunca sabe uno cómo habría funcionado la aventura que decide no llevar a cabo, me refiero a la escapada al Caribe. Pero ahora, echando la vista atrás después de nuestro reciente viaje al Índico, puedo decir en honor a la verdad que es posiblemente uno de los mejores destinos del mundo para conocer, disfrutar y asombrarse con todo lo que pueda ofrecer un ecosistema coralino tropical.
Es cierto que el vuelo se acaba haciendo un tanto pesado en particular en el trayecto Roma-Male (ruta aérea que escogimos) por la necesidad de hacer noche en él. Pero estuvimos todos de acuerdo en que el esfuerzo mereció con creces la pena. Nada más llegar, la sorpresa: la imagen idílica de un cielo eternamente soleado se desvaneció porque nos recibió Maldivas con una tromba de agua mientras cargados de maletas y equipo nos embarcamos en el Dhoni (nombre que reciben las pequeñas embarcaciones de apoyo y desde las que tienen lugar las salidas a las inmersiones), directamente desde el aeropuerto. El capitán de la embarcación ligera nos conduciría a lo que sería nuestro alojamiento durante la siguiente semana: El barco Southernl Cross, con capacidad para alojar cómodamente hasta a 22 pasajeros.
Una vez en la embarcación principal y tras el relleno del papeleo de rigor se dieron a conocer nuestro guía español, Fernando, y la artífice del proyecto empresarial destinado a turismo de buceo: Judit De la Rosa, una mujer todo energía, todo efervescencia, que combina a partes iguales una dosis de niña entusiasmada con Maldivas y de una gran pasión por el mar y por su trabajo. Su debilidad: rayas-manta por las que siente adoración.
También conocimos y disfrutamos tremenda y mutuamente de la compañía de quienes cuidarían de nosotros: una tripulación formada por jóvenes muchachos de Maldivas y de Bangladesh que cuidaron de tener siempre nuestras habitaciones impecables, de servirnos una comida abundante y espectacularmente sabrosa, o ofrecernos una cerveza a literalmente casi cualquier hora de la noche. Y ello siempre con una sonrisa y con buen ánimo y grandes dosis de humor, que hizo que la barrera idiomática fuera inexistente. No está mal, considerando lo interminable de sus jornadas y que cuando un grupo como el nuestro se va aparece otro nuevo y así prácticamente durante todo el año.
Y como no, empezamos a conocer a los que serían nuestros colegas de buceo Y que junto a nosotros cinco, Claudio, Marcela su hermana, y Daniela, sumaríamos 22 embarcados. El grupo lo completaba un nutrido grupo adicional de españoles, tres ingleses y una joven pareja suiza.
Pero pasando al agua que es lo que de verdad nos interesa a los buceadores, ¿cómo resumir nuestras experiencias subacuáticas?
Siete días recorriendo hasta cuatro atolones diferentes, de la región isleña central de Maldivas, aprovechando los hermosos atardeceres del índico y por las noches tras nuestras jornadas de buceo. Con la primera luz del día se iniciaba la primera de las tres sesiones de buceo diarias. Con un telón de fondo subacuático de todo tipo de colores y formas coraliferas variadas, duras y blandas, desde formas globosas, en forma de cerebros, a grandes mesas ramificadas. Alguno llegaba a parecer, por su tamaño, arbustos sumergidos que servían de hábitat a pequeños cardúmenes de peces que encontraban protección entre sus ramas. Las Gorgonias eran apabullantemente grandes y formaban densos “bosques” a la sombras de grandes montículos o formaciones submarinas de origen coralino llamados localmente Thilas o Giris en función de la profundidad. En cualquiera de las inmersiones nos acompañarían todos los peces de arrecife que uno pueda imaginar: peces mariposa, peces cirujano (por recordar, la olvidadiza Dory en “Nemo”, la película), o como no, los territoriales peces payaso formando una productiva simbiosis con las anémonas, e inmunes a su irritante contacto. Peces ballesta, peces loro, peces cofre y globo, peces soldado con sus grandes ojos; o los pacíficos y relajantes labios dulces, que nadaban tranquilos en enormes bancos tiñendo los fondos de color amarillo. Acompañado de sus elegantes rayas negras longitudinales. En cualquier hueco libre, todas coloridas versiones de Morenas que os podáis imaginar. Meros con 50 disfraces diferentes y ocasionalmente el elegante y a la par venenoso Pez León o Pez Escorpión.
Y qué decir de la fauna ictiologica pelágica. Por señalar la de gran tamaño, que es la más llamativa siempre, disfrutamos de la presencia de todo tipo de escualos, desde los hidrodinámicos y hermosos tiburones de puntas negras, pasando por rayas enormes de pieles molteadas. Tiburones guitarra (¡verdaderamente tienen todo el aspecto de una guitarra!) y algún que otro torpedo. Mención aparte merece las fabulosas mantas, esos tiburones planos que pueden llegar a tener 8 metros de envergadura y 1.500 kg de peso, que más parece que volasen en lugar de nadar, y que nos ofrecieron momentos espectaculares con sus pausados movimientos en las estaciones de limpieza. También tuvimos ocasión de verlas alimentarse junto al barco en una inmersion nocturna, haciendo giros verticales de 360° para intentar atrapar todo el plancton que les fuera posible dirigir hacia sus bocas en forma de embudo.
Otra experiencia adrenalínico al máximo es bucear entre decenas y decenas de tiburones nodriza, al atardecer y en plena noche excitados por el olor de la sangre y de restos de peces contenidos en unas botellitas de plástico que nuestros guías usaban para atraerlos. ¡Inigualable experiencia!
Pero lo más cercano al éxtasis místico en el buceo tropical, al menos para quien redacta estas líneas, es una inmersión nocturna con el gran coloso del mar, con el imponente y a la vez pacífico tiburón ballena. Su porte es sólo equiparable a la emoción que transmite bucear tan cerca de semejante Leviatán. Su estampa magnífica, su dorso un gigantesco damero moteado,aparecían de la nada más negra iluminado por los haces que generaban nuestros focos y provocando una sensación de terror difícil de describir, ya que a uno no le queda claro si se debía un miedo atávico provocado por su imponente figura o bien al extraño y mortífero deseo que se despertaba de acompañarle a lo más profundo en mitad de la noche .
El mar de Maldivas, con una temperatura del agua pasmosamente clavada en los 29 °C , nos regalaría con más sorpresas exóticas, como acompañar a las muy confiadas tortugas verdes alimentándose entre los corales; o a los compactos y enormes peces Napoleón patrullando las plataformas coralinas poco profundas. Y fuera del agua, nos deleitaría con islotes de ensueño (de esos de fondo de escritorio), o con fotogénicos atardeceres de película,con todos la gama cromática que de va del naranja al ocre y al gris.
A las inmersiones inolvidables hay que sumar una magnífica cena barbacoa que incluía el programa de actividades contratado (baño nocturno incluido de alguno de nosotros) en una de las islas y una visita el penúltimo día a Male, la capital para conocerla brevemente y buscar algunos recuerdos y regalos para la familia y amigos.
Grandiosa experiencia en definitiva. Una aventura bajo el mar que atesoramos en el recuerdo además de en horas de vídeo de nuestras cámaras. Únete a más aventuras con nosotros Buceo Aqualia.